Características

Características

El avellano europeo es una planta decidua que, en su forma natural, por ser pollonífera, tiende a desarrollarse en forma arbustiva. Las hojas son simples, de forma redonda y con márgenes dentados. Es una especie diclino monoica, es decir, que en la misma planta se encuentran flores femeninas, pequeños y rojos, y masculinas, en forma de amentos elongados y amarillos.

Las avellanas son polinizadas por el viento y son auto-incompatibles: un árbol no puede auto-polinizarse ni polinizar a otro árbol de la misma variedad. Es por eso que, en un huerto hay plantadas por lo menos dos variedades diferentes que sean genéticamente compatibles y cuya floración ocurra en el mismo periodo.

A diferencia de la mayoría de las plantas, el avellano florece durante el invierno, cuando el polen es llevado por el viento, desde las flores masculinas hacia las femeninas. Después de la polinización la planta se toma un descanso antes de la fecundación que ocurre en primavera. De este momento en adelante se empiezan a desarrollar los frutos, que se pueden ver verde en su envoltura a mediados de verano y que, en Chile, empiezan a caer maduras entre fines de febrero y marzo.

Un clima adecuado, una precipitación confiable, y un riego suplementario son importantes para el desarrollo de un buen árbol y la producción de fruta de alta calidad.

Aunque el avellano sea capaz de adaptarse a diferentes ambientes, el clima preferido se caracteriza por veranos suaves e inviernos fríos, fisiológicamente necesarios para satisfacer la necesidad de horas de frio y garantir una buena producción.

El requerimiento hídrico ideal del avellano es de 800 mm bien distribuidos en primavera y verano, y en climas con poca lluvia, el aporte hídrico tiene que ser cumplido por medio de un sistema de riego.

El avellano requiere un suelo bien drenado con buenos niveles de materia orgánica. El árbol tiene un sistema radicular fibroso y bastante superficial, aunque los suelos más profundos permitan una mayor explotación en profundidad.

El suelo perfecto tiene elevada permeabilidad, buena fertilidad y un rango de pH entre 6 y 7,5. Se deben evitar los suelos muy arenosos y los excesos de arcilla.